… Señor,
Aquí
me tienes.
No salgo,
ya no tengo tantísimo que hacer,
ni
planes, ni soberbia, ni importancia.
Estoy envejeciendo, tratando de ser
útil.
Del
trabajo, de la vida,
jamás
me he de sentir ya jubilada,
pero
ahora en este atardecer estoy tranquila;
me
quedan muchas horas por delante para rumiar recuerdos,
y destapar archivos;
para rezar lo que debí rezar en otro
tiempo,
para escuchar en silencio tu mensaje,
para -leer con calma tu Evangelio. –
Vendrá la noche, y todo estará listo.
Con compasión detengo mis grandes tonterías.
Miro con lástima y nostalgia, incluso mis pecados,
mis omisiones, mis fallas, mis
errores.
En
el atardecer o amanecer, con gozo voy contando, mi rosario,
en los sesenta que me han
regalado.
Así
esperan todos mis hermanos,
los que te conocen o van al encuentro, y
los que
aun no entienden tus promesas.
Mis
ojos y mis manos que son frágiles, se ocupan,
Cuanto más de lo que Tú
ya sabes…
Pero, ¿Quién resiste a tanta
ilusión y espera?
Estoy
envejeciendo, tratando de ser útil,
de
consumir las metas
que me tienes propuestas.
Estoy aquí mientras el sol se pone,
viendo el mundo pasar.
No me ocupo, bordando, ni tejiendo…
Jamás me lo enseñaron o no quise
aprenderlo.
Unas veces escribo y otras leo.
Algunas, me ocupo meditando…
y en terceras, casi reflexionando.
CUMPLIENDO estoy aquí, señor como en antaño,
trabajando y orando, creyendo que te sirvo,
aprendiendo, que me tienes aquí, como esperando...
en las primeras luces de la aurora…
nuestras calmadas horas, que aun me has regalado.
Tú me trajiste acá. Tú aun me aceptas,
me sueñas, me sostienes me limitas.
Acepta mis penúltimos servicios
que acaso nadie entienda ni merezca.
Pasará el tiempo, lo mejor vendrá
y Tú estarás
ahí
para firmar mi
acta
y darme el visto bueno...
Me dirás: He dispuesto de ti.
Te diré, aquí estoy. ¡No tengo miedo!
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Ideas, del Devocionario Oremos, de las Franciscanas. Quitando y complementando, para sentir que es mi propia* oración. |
*Lo escrito en cursiva azul.