Pasamos la mayor parte de nuestra vida rezando un Padre Nuestro y esperando que el Crucifijo se baje a darnos las gracias.
Creemos cumplir nuestro deber de cristianos, sin tener el alma libre y en paz…
Miramos el firmamento, a ver si llueve el maná y nos quejamos si hace verano.
Estamos inconformes cuando nos acecha el dolor, pero no damos gracias por los momentos de salud.