martes, 13 de noviembre de 2012

La vida es un soplo y,

A veces pasan las horas, días, años, décadas y nos hacemos ancianos,
Que  no hemos cuidado nuestra espiritualidad…
Hemos degustado comidas, gozado paseos, lucido ropajes y no nos hemos dado cuenta de que envejecimos en una vida tan ligera y vacía, que si apenas puede compararse 
con la de los - animales-.
Sin embargo, nunca es tarde y en el tiempo que nos falta para encontrarnos con el Señor, podemos reflexionar* sobre:

La segunda carta a - Tito 2, 1-8. 11-14
 Querido hermano: Habla de lo que es conforme a la sana doctrina.
Di a los ancianos que sean sobrios, serios y prudentes; que estén robustos en la fe, en el amor y en la paciencia.
A las ancianas, lo mismo: que sean decentes en el porte, que no sean chismosas ni se envicien con el vino, sino maestras en lo bueno, de modo que inspiren buenas ideas a las jóvenes, enseñándoles a amar a los maridos y a sus hijos, a ser moderadas y púdicas, a cuidar de la casa, a ser bondadosas y sumisas a los maridos, para que no se desacredite la palabra de Dios.
A los jóvenes, exhórtalos también a ser prudentes, presentándote en todo como un modelo de buena conducta. En la enseñanza sé íntegro y grave, con un hablar sensato e intachable, para que la parte contraria se abochorne, no pudiendo criticarnos en nada.
Porque ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo. Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.  Tito 2, 1-8. 11-14

Lucas 17, 10
10 “Así también vosotros, cuando hicieréis estas cosas que os están mandadas, decid: Somos siervos inútiles: lo que teniámos que hacer, eso hicimos.”*

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