sábado, 29 de octubre de 2011

Oración para implorar una buena muerte

Jesús, Señor Dios de Bondad, Padre de misericordia me presento ante Vos con un corazón humillado, contrito y confuso; os encomiendo mi última hora y lo que después de la muerte se me espera.
Cuando mis pies, perdiendo su movimiento, me advertirán que mi carrera en este mundo está próxima a acabarse,

 ¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando mis manos, trémulas y torpes, ya no podrán estrechar el crucifijo y a pesar mío lo dejaré caer sobre la cama de mi dolor,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando mis ojos, vidriados y contorcidos por el horror de la inminente muerte, fijarán en Vos sus miradas lánguidas y moribundas,
¡Jesús misericordioso! 
            Tened compasión de mí.
Cuando mis labios, fríos y convulsos, pronunciarán por última vez 
vuestro adorable nombre,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
 Cuando mi cara, pálida y amoratada, causará lástima y terror a los 
circunstantes, y mis cabellos bañados del sudor de la muerte, 
erizándose en mi cabeza, anunciarán que está próximo mi fin,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando mis oídos, próximos a cerrarse para siempre a las conversaciones 
de los hombres, se abrirán para oír como vuestra voz pronunciará 
la sentencia irrevocable que determinará mi suerte    
por toda la eternidad,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando mi imaginación, agitada de horrendos y espantosos fantasmas, 
quedará sumergida en mortales congojas, y mi espíritu perturbado 
del temor de vuestra justicia a la vista de mis iniquidades, 
luchará contra el ángel de las tinieblas, que quisiera quitarme la vista
del consuelo de vuestras misericordias y precipitarme 
al seno de la desesperación,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
  Cuando mi corazón,  débil y oprimido por el dolor de la enfermedad, 
estará sobrecogido del horror de la muerte, fatigado y rendido 
por los esfuerzos que habrá hecho, contra los enemigos de la
salvación,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando derrame mis últimas lágrimas, síntomas de mi destrucción, 
recibidlas, Señor, en sacrificio de expiación, a fin de que yo muera 
como víctima de penitencia, y en aquel momento terrible,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando mis parientes y amigos, juntos alrededor de mí, 
se enternecerán de mi dolorosa situación, y os invocarán por mí,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando perdido el uso de los sentidos, el mundo todo desaparecerá
de mí, y gemiré entre las angustias de la última agonía
y los afanes de la muerte,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
Cuando los últimos suspiros del corazón esforzarán a mi alma 
a salir del cuerpo, aceptadlos como hijos de una santa impaciencia
de ir hacia vos,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.

Cuando mi alma, al extremo de mis labios saldrá para siempre de 
este mundo y dejará mi cuerpo pálido, frío y sin vida, aceptad la 
destrucción de él como un homenaje que voy a rendir a vuestra 
divina Majestad, y en aquella hora,
¡Jesús misericordioso! 
Tened compasión de mí.
En fin, cuando mi alma comparezca ante vos y vea por primera 
vez el esplendor inmortal de vuestra Majestad, no la arrojéis de vuestra presencia; dignáos recibirla en el seno de vuestra misericordia para que cante eternamente vuestras alabanzas, y tened…
¡Jesús misericordioso! Misericordia de mí.

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