Mi corazón se conmovió aquel día que
encontré a
San Agustín, con
“¡Tarde, te amé!”
Llegó a mi vida, como dijera Fray
Nelson Medina, ”como la chispa que el Señor coloca en la vida de los seres”...
“No sabemos cuando, ni cómo, jamás
podremos establecer a través de qué o de quién*, se hace presente la Voz de Dios”.
En el año
2006, su oración me hizo reflexionar pues,
yo también,
“tarde amé” al Señor.
El 27 de
agosto del mismo año, fiesta de Santa Mónica, madre de San Agustín, la Homilía
del Padre Mathew, sudafricano, de la Consolata,
Llegó opotuna al corazón, por la tribulación que mi alma
atravesaba y con sus palabras:
“No importa cuánto nos hagan sufrir los hijos y cuánto tengamos
que orar por ellos, todos nos purificamos”.
Su
orientación fortaleció mi fe.
Desde
entonces, cada vez que oigo mencionar a San Agustín, no escapa a mi atención
sus reflexiones, por el inmenso amor que vivió por y para el Señor.
Oración de San Agustín
Oh!
Hermosura siempre antigua y siempre nueva.
¡TARDE TE
AMÉ,
Y he aquí
que Tú estabas dentro de mí, y yo estaba
fuera de mí
mismo.
Por fuera yo
te buscaba; y, en medio de las hermosuras que creaste, irrumpía yo con toda la
insolencia de mi fealdad.
Estabas
conmigo, pero yo no estaba contigo.
Manteníanme
alejado de Ti aquellas cosas que,
si en Ti no
fueran, no serían.
Pero Tú me
llamaste, gritaste, derrumbaste mi sordera. Centelleaste, resplandeciste,
ahuyentaste mi ceguera.
Derramaste
tu fragancia, la inhalé, y ya suspiro por Ti.
Gusté, y
tengo hambre y sed.
Me tocaste,
y ardo en deseos de tu paz.
SAN
AGUSTÍN, intercede por mis hijos y por mí…
En su fiesta de agosto 28 de 2012
No hay comentarios:
Publicar un comentario