jueves, 11 de septiembre de 2014

Las Bienaventuranzas - Qué más debemos interiorizar?

RESEÑA:

"Oficio de Lectura, XXII Jueves del Tiempo Ordinario

Meteré mi ley en su pecho
San León Magno, Sermón sobre las bienaventuranzas
Sermón  95,1-2
Dichosos los pobres en el espíritu
San León Magno, Sermón sobre las bienaventuranzas
Sermón 95, 2-3"

El Señor convertía las curaciones externas en remedios internos.

“…según las palabras de Jeremías: Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. Después de aquellos días –oráculo del Señor– meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones.
Así, pues, el mismo que habló a Moisés fue el que habló a los apóstoles, y era también la ágil mano del Verbo la que grababa en lo íntimo de los corazones de sus discípulos los decretos del nuevo Testamento; …”
“Así era como el rigor de la ley se veía suplantado por la dulzura de la gracia, y el espíritu de hijos adoptivos sucedía al de esclavitud en el temor.
“Pero, al decir dichosos los pobres en el espíritu, da a entender que el reino de los cielos será de aquellos que han merecido más por la humildad de sus almas que por la carencia de bienes.”
 

Dichosos los pobres en el espíritu
San León Magno, Sermón sobre las bienaventuranzas
Sermón 95, 2-3

“No puede dudarse de que los pobres consiguen con más facilidad que los ricos el don de la humildad, ya que los pobres, en su indigencia, se familiarizan fácilmente con la mansedumbre y, en cambio, los ricos se habitúan fácilmente a la soberbia. Sin embargo, no faltan tampoco ricos adornados de esta humildad…en aliviar la miseria de sus prójimos.
“Bienaventurada es, pues aquella pobreza que no se siente cautivada por el amor de bienes terrenos ni pone su ambición en acrecentar las riquezas de este mundo, sino que desea más bien los bienes del cielo.
Por eso, el bienaventurado apóstol Pedro, cuando, al subir al templo, se encontró con aquel cojo que le pedía limosna, le dijo: No tengo plata ni oro, te doy lo que tengo: en nombre de Jesucristo, echa a andar.”
¿Qué cosa más sublime podría encontrarse que esta humildad? ¿Qué más rico que esta pobreza?
“No tiene la ayuda del dinero, pero posee los dones de la naturaleza. Al que su madre dio a luz deforme, la palabra de Pedro lo hace sano; y el que no pudo dar la imagen del César grabada en una moneda a aquel hombre que le pedía limosna, le dio, en cambio, la imagen de Cristo al devolverle la salud.”

Así aquel pobre apóstol, que no tenía nada que dar al que le pedía limosna, distribuyó tan abundantemente la gracia de Dios que dio no sólo el vigor a las piernas del cojo, sino también la salud del alma a aquella ingente multitud de creyentes, a los cuales había encontrado sin fuerzas y que ahora podían ya andar ligeros siguiendo a Cristo.”
http://www.corazones.org/santos/leon_magno.htm

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