viernes, 18 de septiembre de 2020

Las cosas hay que llamarlas por su nombre

Un descuido, equivocación, falta, falla o error, se convierte en PECADO

Una olla se quema por descuido, que la convierte en chatarra. Fácil es desecharla, pero ahí, no hay reparación moral.

Si se quiere recuperar la vasija, aun así, existe falta. Se ha desperdiciado combustible, detergentes, esponjas, agua, TIEMPO. La olla se ha desgastado…

Además, se perdió el alimento que se iba a consumir. También queda frustración para quien cometió el descuido.

Existe algo más culposo, si se reincide, es la vergüenza de la falla o el error, por supuesta equivocación de no ATINAR que se debe ser responsable de todo acto, por insignificante que sea a nuestro juicio, sin la excusa de que a NADIE debemos dar cuentas...

¡Cómo que no? Debemos dar cuenta a nosotros mismos, al Juez Interior que se llama conciencia y jamás calla.

Todos nuestros actos tienen –nombre propio-, sin evadir responsabilidad.

Con frecuencia, ponemos careta a estos, llamándole descuido, equivocación, falta, falla o error. Todos estos epítetos, solo son eso, “epítetos”, que sin corrección o enmienda, se vuelven PECADO y debemos confesarlo para que sea indultado, si queremos ser perfectos, como Nuestro Padre Celestial es Perfecto.

Cuentas tenemos que dar al SEÑOR, DIOS Creador y Redentor y, aunque no lo aceptemos, por falta de FE, la CONFESIÓN es un acto de arrepentimiento, por parte del pecador y un acto de amor de DIOS, que nos perdona.

El mal ha existido SIEMPRE, eso no quiere decir, que no podamos evitar el pecado. 

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