En mi niñez, había hogar, los padres de familia, los primeros educadores
- Mentir, era lo peor, nos reprendían con el refrán: “Quién miente, roba y quien roba, mata”.
- Tomar un bocadillo veleño de la despensa, sin permiso, era robar, se desfalcaba a la familia.
- Copiar en los exámenes, era robar, la buena fe del maestro.
- Hacer maltrato a un compañero, era, faltar a la caridad.
Mi espiritualidad ha sido abonada por sanos sacerdotes y me cuento
entre las ovejas de una FE, sin tropiezos, que antes de hacer mi Primera
Comunión, el 14 de septiembre de 1952, aprendió, sin escándalo, de voz del
Padre Zapata, el proceso de pena, dolor y arrepentimiento. En PAZ, con la conciencia, podía recibir a JESÚS SACRAMENTADO
en mi corazón, sin masticarle, tratando el Cuerpo de Cristo Redentor, con amor
y respeto.
Por
supuesto, hace 70 años, no se hablaba de tocar con la mano, la Eucaristía.
Aquella inmensa felicidad por recibir a Cristo Redentor permanece conmigo, ha durado 68 años, dando a mi espíritu el Alimento Eucarístico, que por bondad de DIOS recibí también en mi matrimonio y durante 48 aniversarios, celebrando espiritualmente, con el Cuerpo Divino de Cristo, nuestra unión.
A la Iglesia y sus sacerdotes, los han juzgado y
condenado de forma inmisericorde,
desde que una naranja podrida entró el mortífero hongo, humus, en el Vaticano.
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